HISTORIA LUGAREÑA DE ALFARERIA


La arcilla convertida en barro tiene una larga historia en el Camagüey desde la época de los aborígenes hasta los días más recientes pasando por la colonia española y la llegada a la isla de hombres y mujeres de diferentes latitudes del planeta.

Fue así que comenzó el proceso de construcción de viviendas con ladrillos, tejas y pisos hechos de barro y fabricado en artesanales industrias conocidos como tejares.

La master Lilian Aróstegui ha sido una investigadora acuciosa de ese tema, así como de la historia del ferrocarril y otros estudios de la vida del Puerto Príncipe,

Lilian, ¿cómo surgen los tejares?

“Los tejares estaban situados en las afueras de la antigua y trabajaban en ellos escasa mano de obra esclava bajo las órdenes de algún maestro alfarero, como máximo cinco individuos del sexo masculino de casta conga, carabalí y criolla según los documentos que han llegado hasta nuestros días.

“Además de utilizarse el barro con destino a la construcción, sirvió para confeccionar un variado surtido de artículos destinados a la cocina y a la fabricación de grandes recipientes para la recolección de agua de lluvia, cuya inspiración se atribuye a las tinajas que transportaban el aceite proveniente de la metrópoli, bautizados por su gran tamaño con el nombre de tinajones y se ubicaban parcialmente enterrados, en los patios interiores. Desde entonces el barro se convirtió en una industria con sello de identidad local.

“Algunos de los nombres de los tejares conocidos son: Carrasco, Cayo Miranda, Los Frailes, Mueses, La Empresa, Quiñones, Santo Domingo, Wilson o Los ingleses, ante Santo Domingo, El Rincón de Santo Domingo, San José, Sevilla, La Ninfa, La Caridad o Forcada, Santa Rosa de los Muñecos, Vista Hermosa, San Lázaro, el Olimpo, La condesa, José Adriano Mora, La caridad, Canabacoa y Brache.

Y luego ¿qué sucedió con ellos?

“La guerra de independencia contra España causó en parte la devastación de los tejares, a ello se unió la instauración de la República neocolonial que trajo aparejada toda una serie de cambios en la ciudad con vistas a su crecimiento y modernización. Conscientes de las ventajas de esos terrenos fueron adquiridos por las compañías urbanizadoras que invirtieron en este lucrativo negocio para construir repartos residenciales, solo pocos tejares quedaron en explotación.

“En cuanto a los tinajones, su número decreció en la ciudad con rapidez debido a roturas, traslados a otras ciudades e inclusive fuera del país. Las autoridades sanitarias contaron 16 483 a finales de 1900, ese año el gobierno norteamericano corroboraba esa cifra durante una campaña de petrolización de las aguas contra el mosquito aedes aegypti, agente transmisor de la fiebre amarilla”.

¿Qué ha sido de la tradición alfarera a partir del triunfo revolucionario?

“Mucho tiempo y esfuerzo dedicaron Miguel Báez y Ángel Pareta al rescate de la técnica de elaboración del tinajón, hasta que por fin en 1975 lograron realizar el primero e inaugurar una nueva época junto a un colectivo que desde entonces continúa esa faena a la que está incorporada, por primera vez, la presencia femenina.

“Además de despertar la tradición dormida, un grupo de jóvenes, en aquel momento, se vinculó a ellos para aprender en los tradicionales talleres los requerimientos de la técnica, luego cada uno lograría animar al barro con su propia espiritualidad y darse a conocer a nivel local, nacional e internacional gracias a una forma de expresión muy particular y de alto vuelo imaginativo”.

En la actualidad en el Camagüey existe el resurgir del barro a través de la cerámica artística, de la que son abanderados los creadores Oscar Rodríguez Lasserie y Nazario Salazar como demostración de que la arcilla, fue, es y seguirá siendo un material sensible para la creación humana.

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