DIALOGO ENTRETINAJONES CON JORGE SANTOS CABALLERO


Con Jorge Santos Caballero (*), se puede estar a favor o en contra. Con él no hay medias tintas, apasionado en sus convicciones, polémico, ha madurado como intelectual, con una obra tardía en publicarse, pero reconocida, la cual es espejo de los años dedicados al estudio y las lecturas.

Él ha transitado por distintos caminos, crítico de arte, ensayista, escritor de ficción, pero, quizás, lo que más disfruta es el periodismo, al cual ha legado numerosas páginas, en periódicos, revistas, así como la radio y la televisión.

Durante más de 40 años hemos compartido amistad, compañerismo, faenas de trabajo en distintos escenarios de la vida, siempre con respecto, sin que por ello dejara de haber algún que otro desencuentro juvenil, que afortunadamente quedó en el pasado no podía ser de otro forma.

Nos une además el común amor por el ajedrez, ese juego que para muchos como al propio Poeta Nacional, resulta un enigma, el periodismo, la cultura, Camagüey y Cuba.

Así como en los viejos tiempos tablero por medio, dispuestos los 32 trebejos blancos y negros comenzamos esta partida. En franca democracia me adueño de las piezas claras para hacer la primera jugada, perdón pregunta, a él le toca responder mi ataque. Aunque como buen ajedrecista, sabe contraatacar.

1.- Nicolás Guillén en uno de sus poemas, escribió que cuando llegó a este mundo nadie lo estaba esperando, pero ¿a ti quiénes te esperaban?

Respuesta: Yo tuve más suerte que Guillén en ese sentido. Me esperaban mis padres y, particularmente, mi abuela paterna, que siempre me mimó considerablemente. Después de nacido, una tía materna se quiso apoderar de mí, pues residía con su esposo en nuestra casa, pero mi padre, que siempre fue muy estricto en cuanto a lo que significaba la convivencia con personas ajenas a nosotros tres, decidió que ella y su esposo se marcharan de la casa; y así puso fin a la injerencia de esos tíos.

2.- Esa niñez, ¿dónde y cómo transcurrió?

Respuesta: Primero, nací el 24 de marzo de 1950, en Maternidad de Camagüey. Por esa fecha, mis padres residían en un apartamento de la calle San Esteban, casi después de pasar la calle Verges. A los pocos días de haber dado a luz mi madre, nos mudamos para la casa marcada con el número 236, de la calle San Ramón norte (la cual se conoce también como Enrique José norte), entre San Martín y Santa Rita, en donde pasé los primeros ocho años de mi vida. Y te voy a revelar algo, a pesar de padecer de asma, tuve una niñez feliz en todos los sentidos. Mis padres no eran ricos, pero tenían trabajo seguro: la vieja trabajaba de maestra en escuelas privadas y públicas, y mi padre, que estudiaba pintura y dibujo por las noches en la Escuela Provincial de Artes Plásticas José Martí, laboraba en la Farmacia Álvarez Fuentes, en la intersección de las calles Avellaneda y San Esteban, en la ciudad de Camagüey. Con todo y no ser gentes de dinero, pudieron costearme los estudios en el mejor colegio de varones de la época, el Champagnat, mejor conocido como los Hermanos Maristas, que por cierto, me soltaron sin una falta de ortografía al concluir el cuarto grado de escolaridad. Ahí estuve hasta que en la Revolución se intervinieron las escuelas privadas. Ahora bien, en el plano personal y familiar, mi niñez fue feliz totalmente, no solo por la esmerada atención de mis padres; también, porque mi familia paterna era muy atenta conmigo, en especial, mi abuela, que fue mi ángel de la guarda, la que me consentía y protegía más que nadie. Tuve muchos juguetes, disfruté de lo lindo esa etapa de vida; porque, además, en mi casa hubo televisor desde 1953, dos o tres radios y hasta un tocadiscos. Pero, lo principal que recuerdo, fue el cariño de mis padres, quienes se desvelaban por atenderme y cuidarme.

Por otro lado, vivía en la ciudad de Camagüey, aunque eran frecuentes los viajes que hacíamos a La Habana, ya fuera de paseo o para ir al médico a chequear mi padecimiento asmático. Allí siempre nos hospedábamos en la casa de mi tío Paquito, hermano de mi padre, en La Víbora. Este familiar, por cierto, jugó fútbol en sus años mozos con el equipo de la Juventud Asturiana.

3.- En aquellos años de adolescencia y juventud, que también coincidieron con los del triunfo de la Revolución el 1ro. de enero de 1959, ¿cómo los recuerdas, qué aspectos marcaron esa etapa en ti?

Respuesta: Debo decirte que yo era un niño que fijaba mucho los acontecimientos que ocurrían a mi alrededor, así como los nombres de sus protagonistas o testigos de los hechos, y notaba, como era lógico, la persecución policial o del ejército por la ciudad, en particular, en horas de la noche, pues desde la ventana de mi cuarto, que daba a la calle, mis padres y yo nos apostábamos en ella sin hacer ruido para ver pasar a las personas que hacían cualquier acto de sabotaje con el propósito de perturbar el orden establecido; o ver también cómo pasaban las perseguidoras de la policía (que era como se les decía entonces), o los jeep de ejército cargados de aforados para patrullar las calles. Y recuerdo con mucha nitidez, que mis padres y yo, junto a otros familiares, con una frecuencia de una o dos veces por semana, nos apiñábamos en la casa de mi tío Luis Santos, que estaba situada en una edificación de dos pisos (él residía en la de los altos) en la calle San Martín, entre San Ramón y Santa Rosa, frente a un edificio multifamiliar que pertenecía a unos libaneses creo que de apellido Mayar, a escuchar Radio Rebelde. Mi tío había preparado una antena para el radio, con unos percheros, alambres y cables de teléfonos, y se recibían las trasmisiones con bastante claridad, sobre todo nos alegrábamos mucho cuando se escuchaba a Violeta Casal, que decía: ¡Aquí Radio Rebelde!. Las noches que íbamos a la casa de mi tío constituían una suerte de actos subversivos de la familia Santos, porque yo creo que toda esa familia era antibatistiana, excepto un tío político, como se decía en aquella época, pues estaba casado con una hermana de mi padre, y había sido maestro cívico rural de los que creó Batista. Ese, en su maletín de maestro, que usaba siempre, traía una foto de Batista.

Y te cuento más sobre ese periodo, la tarde-noche del 31 de diciembre de 1958, mis padres y yo, visitamos las casas de las abuelas materna y paterna en ese orden respectivamente, de donde se nos pidió en ambos lugares que nos fuéramos lo más rápido posible para nuestra casa por lo mala que estaba la cosa en el país. De ahí pasamos por la casa de mi tío Luis -mi padrino-, quien no se encontraba en ese momento. Solo estaba su esposa Ofelia, a quien le dejamos un poco de carne de cerdo asada, unas manzanas y uvas. De mi tío no se sabía nada, pero no vayas a imaginar que él se hallaba en algún jelengue revolucionario, qué va. Mi tío debía estar en algún prostíbulo tomando mucha cerveza. Otras veces se había perdido, y mi padre, que conocía a uno de los fotógrafos que trabajaba en el cuartel Agramonte donde radicada el SIM (Servicio de Inteligencia Militar), procuraba indagar con él si mi tío había sido detenido. La respuesta era siempre la misma: no. Por tanto, y por cosas que la familia hablaba, sabíamos que Luis no estaba en nada revolucionario.
Cuando amaneció el 1ro. de Enero, mi madre y yo, nos asomamos a la puerta de nuestra casa bien temprano, creo que no eran las ocho de la mañana todavía, a comprar unas lechugas que pregonaba un viandero, de aquellos que arrastraban un carretón con viandas y hortalizas por toda la ciudad, y que estaba parado justo allí en nuestra puerta. Él fue quien confirmó la noticia que María, nuestra vecina, le había comentado a mi madre en voz baja minutos antes a través por la tapia que dividía las dos casas ese suceso, es decir, que “el hombre se había ido” (el hombre era Batista, desde luego). Rápido corrimos a despertar a mi padre, y se puso la radio. En ese momento fue que escuché por primera vez en mi vida las palabras: tirano, dictador, sátrapa, asesino, etc. Mientras mi madre se arreglaba, mi padre decidió ir a la casa de mi tío Luis (el teléfono no se usó en ese instante, y no sé por qué motivo no fue tomado en cuenta ese aparato, desconozco si era por precaución o vaya a saber qué otra cosa lo imposibilitó), y me llevó consigo, pues había que darle la noticia en caso que hubiera regresado de sus supuestas actividades revolucionarias en un prostíbulo. Este había regresado a su casa a eso de las tres de la madrugada, según su esposa Ofelia. Me dirigí a su cuarto, le grité al lado de su cama: ¡Luis, se fue el hombre, se cayó Batista! Ahí me di cuenta que la borrachera dura hasta que le den a uno una noticia importante. Mi tío despertó de un tirón, se sentó en la cama y me tapó la boca. Solo cuando mi padre y tía le confirmaron la noticia, fue que me soltó.

Después de ese momento, mis padres decidieron ir primero a la casa de mi abuela materna, en la calle Montera, entre San Fernando y Pobre, para luego trasladarnos a la de mi otra abuela, en la calle Pobre, entre San Martín y San José. Pero, a medida que avanzábamos por la calle República rumbo a la primera de las casas, una marea humana nos tragó. Solo recuerdo de ese día el haber visto a un soldado del ejército batistiano, con su uniforme y su fusil, parado en la puerta que daba entrada a los apartamentos de alto marcados con el número 286 de la populosa calle República, en donde radicaba la emisora Radio Legendario.

En la planta baja de esas casas-apartamentos, estaba la Mueblería Gómez, lo que me hace suponer que su dueño lo era de todo el edificio. Pero bien, te cuento que a ese pobre soldado apostado de guardia la gente le gritaba oprobios, pero él continuaba en la tarea que le habían ordenado desde la noche anterior. Hasta ahí el recuerdo que tengo de ese día, lo demás es impreciso en mi mente por el volumen de hechos acaecidos.

A decir verdad, Camagüey era un hervidero en aquellos momentos y en días sucesivos, en especial, por las detenciones de esbirros y chivatos; sin embargo, el otro hecho que recuerdo como si fuera ahora mismo, aconteció a los tres o cuatro días del primero de enero, cuando se suscitó una balacera que duró como dos días, si no estoy chochando, y la memoria no me traiciona. Eso fue en el hospital que se construía en la carretera Central vía Habana, donde hoy está enclavado el Hospital Provincial Manuel Ascunce Domenech. Ahora bien, a mi juicio, en Camagüey, lo más significativo que ocurrió mientras se combatía a la dictadura de Fulgencio Batista, fue que la población sufrió persecución y las embestidas de los sicarios de ese régimen; pero, también, y pese a esa persecución, se realización actos de sabotaje contra determinadas instalaciones o redes eléctricas en toda la provincia, o se ajusticiaron esbirros y testaferros; sin embargo, es de notar que las columnas rebeldes pasaron por el sur de la provincia con algún que otro trabajo, pero con cierta suerte -salvo lo ocurrido Pino Tres, en donde sí hubo una pérdida notoria de fuerzas revolucionarias-. Lo demás fueron tiroteos escasos. Por tanto, esa balacera en la edificación del hospital fue el hecho de guerra más sonado para todos los que vivíamos en Camagüey en ese tiempo. Nadie había escuchado tantos tiros juntos hasta esos días.

Seguidamente, comenzaron los juicios de los asesinos y chivatos pertenecientes al ejército o afiliados al régimen derrotado. Lo que decían los periódicos en esos tiempos sobre los procesos que se seguían al respecto era horroroso, las descripciones de hechos vandálicos realizados por testaferros no tenían perdón, y los fusilamientos estaban a la orden, pero yo esa parte no la recuerdo bien, salvo que vi por televisión el juicio de Sosa Blanco, en la Ciudad Deportiva de La Habana. Quizás mis padres me aislaron de esos aconteceres exhibidos y propagandizados por diferentes vías, y me remitieron a otras actividades más afines con mi edad, como era el dedicarme a jugar con soldaditos de goma, carritos de todo tipo, a las escopetas y revólveres; o a imitar, con guante, bate y pelota, a Willy Miranda u otros peloteros de entonces, o a encertar balones en el aro que mi padre había colocado en el patio para que me creyera que era Nelson Benedico, el basquetbolista más famoso que ha tenido Camagüey -y del que hoy nadie se acuerda-; porque de ahí se borró mi memoria en cuanto a lo que acontecía en Cuba, y no retengo más recuerdos hasta que nos mudamos ese mismo año, y a solo tres meses del triunfo de la Revolución, a un apartamento en un edificio ubicado en la calle Santa Rosa n. 142 apto 2, entre Línea del Ferrocarril y Francisquito, donde vivimos hasta 1977, el cual se nombraba Martha -como se llamaba la mujer del dueño, Teolindo López, que lo era también de una tienda en la calle República-.

4.- ¿Cómo te fuiste apropiando de esa cultura que posees hoy?

Respuesta: Esa es una pregunta que me regresa a mi infancia. Gracias a que en mi casa siempre hubo una biblioteca, pude leer todo lo que se me antojó. Primero, pasé revista a clásicos infantiles que dejaron una huella profunda en mí. Desde Julio Verne, Salgari, Dumas (padre e hijo), los hermanos Grimm, Charles Perrault, Jonathan Swift, Hans Christian Andersen, James Fenimore Cooper, Mark Twain, London, Dickens, Lewis Carroll, Robert-Louis Stevenson, Kipling Conan Doyle, hasta Sir Walter Scott, entre otros muchos, a quienes leí con fruición. Pero de ahí en adelante, a mí nunca me prohibieron leer lo que quisiera y, también, es cierto que la televisión y el cine jugaron su rol en mi formación y en la de mi generación, a partir de los comics de Walt Disney, o las películas del oeste o seriales como los de Flash Gordon y otros, pero jamás dejé de leer. En eso mi madre, Yolanda Caballero Martín, fue imprescindible; pues, sin miramientos, me hizo leer, uno a uno, los Episodios Nacionales, de Benito Pérez Galdós; me guió, además, a que leyera los escritores rusos y, más tarde, tres o cuatro soviéticos; y sí muchos franceses, españoles, ingleses, alemanes, estadounidenses e italianos. No faltó para que me obligara a leer con detenimiento a escritores cubanos, en particular, muchos textos de gentes del siglo XIX, entre ellos a Martí y, cuando lo consideró oportuno, me sumergió en la literatura latinoamericana con voces ineludibles como Alonso de Ercilla, el Inca Garcilaso de la Vega, Rubén Darío, Rómulo Gallegos, José Eustasio Rivera, Horacio Quiroga, Domingo Faustino Sarmiento y José Hernández. Ahora bien, yo volví a la literatura latinoamericana, gracias el Boom de esa literatura en los años sesenta y setenta, y fui para atrás y hacia adelante en ella, cuando capté su importancia al entrar en la Universidad de La Habana en 1970, solo de esa manera comprendí a estos pueblos, a sus escritores y su cultura con toda profundidad.

Y quiero decirte más, mi madre me hizo comprender cuánta importancia tiene la literatura, la historia y la geografía, pero de eso te hablaré en otro momento. También dos maestras en el Instituto influyeron mucho en mí, tanto en la literatura como en la comprensión de la historia. La primera, la Dra. Paquita Fonseca, una verdadera maestra en todos los sentidos, y me impartió la asignatura de literatura. La otra, Gladys Yúnes, que era una profesora que había venido de República Dominicana, la que, había sido monja, pero con los hábitos colgados cuando la conocí, y me enseñó a interpretar el rol de la historia, de lo que tenía cierta certidumbre después de haber leído un montón de libros y biografías de gentes célebres, puestas en las manos por mi madre.

Esa es la formación digamos básica que poseo, la alimentación inicial que me dieron, porque después vino la adquisición de un sobrepeso cultural cuando comprendí que no había nada mejor para abstraerse de lo banal, de lo cursi, de la chusma, que leer y leer a toda hora o en cualquier momento, ya sea en un ómnibus, en una cola, a la espera de alguien que lo deba atender a uno, etc. Yo, gracias a la lectura, me inoculé una vacuna contra la rabia de la envidia y la estupidez humana, esas enfermedades sociales que proliferan tanto en nuestro país, y que aparejadas con la mala idea, la vagancia, el juego y otros defectos, han hecho posible que la sociedad cubana no salga de los baches que la traban todavía. Fíjate si es así que, José A. Saco, habló en el siglo XIX de ello en sus Memorias sobre la vagancia en Cuba, y hasta se refirió al hecho de que los hombres jugaran dominó en la calle sin interés por laborar. Bien, pues, en estos tiempos, Ud. va por la calle y ve que en horas de la mañana o a cualquier otra hora, sin importar cuadra o barrio, hay un grupo de hombre que no trabajan, que juegan dominó, gritan, dicen malas palabras y forman un ambiente disociador con respecto en la sociedad. Es decir, así como tenemos otros males heredados de tiempos inmemoriales, muchos cubanos de estos tiempos prefieren seguir jugando dominó en vez de trabajar duro, y eso ha perdurado por años, no importa el régimen político que gobierne.

5.- ¿Por qué abogado, y no filólogo, historiador o periodista, profesiones a las que sueles visitar sistemáticamente?

Respuesta: Voy a contarte una historia real. Cuando yo estaba en el Instituto, en Camagüey había otros dos: uno, en Ciego de Ávila y, otro, en Morón. Recuerda que éramos una provincia inmensa, que luego se atomizó por decisiones gubernamentales y con la aprobación de otra Constitución a partir de 1976. Pues bien, a los tres Institutos, que se llamaban Preuniversitarios, se les convocó con vistas a que los alumnos dispuestos a optar por la carrera de Psicología hicieran unas pruebas un sábado del periodo curricular en horas de la tarde. Se presentaron 47 alumnos de esos tres centros, y yo era uno de ellos. Lo hice, quizás, por embullo, o para saber si no estaba loco. El caso fue que el lunes siguiente, en una suerte de matutino, que tenía más aspecto de informaciones amenazadoras en cuanto a qué podíamos hacer o no durante la semana mientras asistíamos a clases, se dio lectura a un acta del tribunal que nos había examinado. De esos cuarenta y siete alumnos, solo aprobaron el examen siete, y entre ellos estaba yo. La noticia ni me alegró ni me entristeció, la acogí como una respuesta clara a mi interrogante de que no estaba loco. Cuando vino la confirmación de la matrícula, porque eso era otra cosa, entre las burocracias que hemos creado en Cuba, estaba esa, primero Ud. optaba por cinco carreras, que después un selecto grupo analítico de profesores o especialistas del Ministerio de Educación de entonces, decidía lo que Ud. podía estudiar o no -craso error, pues casi siempre yerran- , y como yo había aprobado el examen de psicología, era lógico que me otorgaran esa carrera de cajón, como en efecto ocurrió. Lo que no esperaba nadie, es que yo le dijera al señor que estaba frente a mí para confirmar el acto de otorgamiento de carrera, que no iba a estudiar eso, sino ciencias políticas. El hombre estalló en ira, me dijo una sarta de cosas entre las que destacaban la poca seriedad que manifestaba yo al expresar mi desacuerdo con estudiar una carrera tan importante como esa para la Revolución y otras boberías más que ni recuerdo, y que escuché pacientemente -cosa rara en mí-, porque quería que acabara con eso e irme de allí sin importarme su perorata. Al fin el tipo terminó con su berrinche, y yo confirmé que estudiaría ciencias políticas en La Habana. Antes de llegar a la capital, con el propósito de matricularme oficialmente en la Universidad, mis padres habían hablado con unos amigos camagüeyanos para que yo me quedara en su casa ese día y resolviera lo de la matrícula, cosa que en efecto ocurrió. Resultó que a la casa donde había ido a parar era la del Dr. Arnoldo Arias y su esposa Yayita Gardeazabal, en el reparto Santos Suárez, y este señor era, en esos momentos, para colmo, el director de la escuela de Ciencias Políticas de la entonces Facultad de Humanidades de la Universidad. Después que llegué, y Yayita me hizo desayunar opíparamente, me dijo que fuera para la oficina de Arnoldo, en la Colina, en la sacrosanta Universidad, que él me atendería. Ese amigo fue afectuoso al recibirme, me atendió gentilmente y explicó que esa carrera iba a desaparecer, pues pasaría a integrarse a las Escuelas del Partido Comunista. Le dije que era lo que me gustaba, pero él, como un padre, me dio toda clase de explicaciones. Me persuadió para que me olvidara de la boleta de matrícula que yo había llevado, y que fuera entregada por la comisión que otorgaba las carreras, y que le dijera qué otra cosa quería estudiar. Periodismo, fue lo primero que le dije, y me señaló que estaba cerrada la matrícula ese año. Después dije que Sociología, y resultó igual; así como Historia, que, además, según él, era para dedicarse a impartir clases solamente. Dije con desencanto Lengua Española, y con toda rispidez respondió: “Ahí están los…” (realmente manifestó una palabra despectiva e hiriente, que prefiero omitir). Argüí, Lengua Inglesa, y repitió lo mismo. Quedé en una pieza, no sabía qué podía estudiar, creía que retornaría a Camagüey sin haber matriculado nada. Entonces él, con mucha parsimonia, me sugirió que estudiara Derecho, pues todavía estaba estatuido en esos años un plan de estudios muy bueno, con cosas de antes, y se daba mucha historia y otras asignaturas que redundarían en mi cultura. Ese fue el camino por el que entré a estudiar Derecho, una carrera muy atractiva, pero que en nuestro país no acaba de coger la realeza que le corresponde. Me hice abogado a regañadientes, y apenas la concluí me vinculé con el periodismo aquí en Camagüey, en el periódico Adelante, aunque en la Universidad estaba relacionado con muchos estudiantes de esa carrera, y hasta colaboré en la revista Alma Mater. Y no te miento si te digo que hasta ejercí el derecho una vez graduado, pues me habilité como notario y así fui nombrado como tal y, más tarde, trabajé como asesor jurídico brevemente. Eso que hablas de filología no me pega; yo sí soy periodista desde los pies hasta la cabeza, lo soy por antonomasia; e historiador por querer descubrir y desentrañar tantas mentiras narradas y que uno lee todos los días, al punto que me da rabia. Parece como si nos quisieran hacer pasar como seres adocenados, al contarnos historias que parecen leyendas, historias montadas sobre otras reales que se ocultan o minimizan; historias mutiladas, enmendadas, o con datos y gentes omitidos. Eso no es historia, diga quien lo diga, y yo respeto mucho el que escribe de historia, pero no me gusta que me cojan de bobo. Creo que he respondido tu interrogante.

6.- En tu obra literaria hay un marcado acento en determinadas figuras y épocas, la “llamada década crítica”, y en personalidades como Raúl Roa y Gabriel Barceló entre otros, ¿qué de especial tienen los años ’20 y ’30 del siglo XX para ti?

Respuesta: Me has hecho una pregunta que creo con justeza es vital para mí. En primer lugar, el siglo XIX es fundacional para nuestra cultura y nación; pero en los años de las décadas de los años veinte y treinta del siglo XX, se definió Cuba tras las luchas de las dos guerras de independencias que habían sido mutiladas, a los que hay que agregar los años del sojuzgamiento por parte de Estados Unidos; pero la Revolución del ’30, que venía acompañada por todo lo que se hizo en los años veinte en el plano socio-político y cultural, más el crack bancario de Estados Unidos en 1929 y la dictadura de Machado, fue primordial, así como los sucesos de 1933, y después con el colapso de la huelga de 1935. También es necesario entender lo que hemos vivido después de la Constituyente de 1940 hasta nuestros días (te estoy respondiendo a finales de 2013, por tanto, es hasta este momento al que me refiero, aunque lo que pueda venir en pocos años, quizás yo no lo pueda vivir por mi edad), y hay que tener presente esos años cruciales citados, como te dije antes, porque en las décadas de los años veinte y treinta es donde se definió más que una esperanza para un pueblo, la certidumbre de lo que es y debe ser un país. Yo me acerqué a esos años, porque me di cuenta que lo acontecido en ellos, venía a ser la confirmación de la existencia del pueblo, de una nación, y del proyecto de vida de profundas raíces antropológicas, culturales, sociales, económicas y políticas. Puede que esto que digo no sea como lo explican teóricos de diferentes vertientes ideológicas, porque cada uno arrima la brasa a su caldero según su propósito, pero no cabe dudas que en lo que te he dicho está la clave para comprender casi todo lo que ocurre en Cuba hoy, cuya primera evidencia es el siglo XIX sin cuestionamiento alguno.

Y como es lógico, hay determinadas figuras que a uno lo marcan para siempre cuando estudia ese periodo. Ese es el caso de Raúl Roa García, a quien comencé a leer a finales de los años setenta, pude acercarme a libros suyos que no han sido publicados, o que han aparecido con mutilaciones porque decían cosas muy duras acerca de la conducta de los comunistas, y ni qué decir del estalinismo en particular. Roa fue un hombre de izquierda, pero que no comulgó con la filiación partidista de esa tendencia que imperaba en Cuba en aquellos tiempos, y que era una apéndice del Buró del Caribe de la Internacional Comunista regenteada por Stalin, el padrecito rojo, como él lo denominó. Roa tuvo integridad, tuvo valor, fue un hombre de cultura y un luchador político contra los gobiernos entreguistas que hubo en Cuba en los años del 1902 a 1958; que más tarde se sumó al proyecto de Revolución dirigido por Fidel Castro. Pero, sobre todo, a mí siempre me llamó la atención su organicidad de pensamiento como intelectual. A lo mejor en mi concepto influye Gramsci; pero, eso sí, Roa fue genio y figura, como creo que dijo de él, Carlos Rafael Rodríguez.

El caso de Gabriel Barceló me fue descubierto, precisamente, por Raúl Roa. Me di cuenta de la importancia de su rol como revolucionario cubano de esos años, y que sus correligionarios y continuadores lo han olvidado. No me extraña, así ocurre con los que no son títeres o números para sumar cuando se necesita que levanten la mano para aprobar algo. Barceló y toda su familia, luchó por Cuba y por sus ideales comunistas -aunque esa filiación ni lo asumió con toda claridad entonces, ni lo recuerda ahora. Tendrían que demostrarme lo contrario a lo que estoy diciendo, y no lo pueden hacer.
Yo, mientras viva, defenderé esos criterios. En el caso de Roa, tuve la suerte de escribir un libro acerca de su quehacer cultural en esos años y hasta 1958. A Barceló lo defiendo cada vez que tengo un chance, ya sea en un conversatorio o cuando publico algo con referencia a esa época.

7.- Muy bien, en esencia eres un promotor cultural: lo mismo se te ve de curador de una exposición de artes plásticas; dictando conferencias, o descargando en alguna peña o tertulia, ¿cómo te las arreglas para cumplir con esa multiplicidad de funciones?

Respuesta: Me arreglo con todo eso con unos deseos de trabajar inmensos, del carajo. Primero, para no pensar que mi hijo ha muerto, porque yo sé que a él no le gustaba verme triste y, aunque no veía por estar ciego, cuando yo salía por televisión o me escuchaba por la radio se enorgullecía y reía a sus anchas, me parece estar viéndolo. Jamás me perdonaría traicionar a mi hijo y el trabajo es algo vital para tenerlo presente, pero sin tener que llorar a los muertos todo el día. Segundo, porque trabajando me siento bien, siempre y cuando no sea un trabajo burocrático. A ese sí le huyo sin remilgos, y tampoco me gusta ser dirigente de nada, no por desconocimiento o temor a incumplir, o por violar lo establecido o ser injusto, es que yo me impongo ciertas reglas que otros no toleran ni llegan a ellas -el listón es demasiado alto para las gentes comunes, como es la disciplina y el orden, amén de que sé priorizar lo que debe ser priorizado, y no otra cosa-, pero ser dirigente en Cuba, de algo que no es tuyo es correr un riesgo, porque en el fondo eres solo un administrador de lo que otro es dueño -el estado-, y nunca quedas bien. No dejo de reconocer que hay muchos que le gustan los cargos, porque eso le permite tener recursos a su disposición y hasta un vehículo que no es suyo tampoco en la puerta de la casa. Y siempre pasa que al final, o caen en desgracia por cualquier contingencia o los sustituyen por edad, o porque no forman parte del nuevo grupo que detenta el poder, y lo mejor ante esas circunstancias es no ser dirigente. Dirijo mi casa, mis bienes, pero lo que no es mío, sencillamente, no lo quiero dirigir ni administrar. Y en otro orden, debo confesarte que no me agrada que se me confunda con un promotor cultural porque esa es una especialidad que tiene características diferentes a las que yo realizo. “La palabra promotor proviene del verbo promover”, tal y como dice Adolfo Colombres, [y continúa diciendo este teórico al respecto] “quiere decir adelantar, hacer avanzar algo hacia un fin o una dirección determinada. Cualquier tipo de actividad social puede admitir un promotor. Se habla así de un promotor de ventas, promotor de salud, promotor de desarrollo económico, etc. Como aquí nos interesa la cultura hablamos de un promotor cultural para referirnos a la persona que hace avanzar la cultura, que estimula la vida cultural”. Yo, realmente, hago algunas cosas parecidas a esa gestión promocional, pero no iguales. Yo soy un intelectual, que es en lo que en el fondo me desempeño, pero yo necesito de un promotor que se dedique a promover lo que hago en diferentes formas creativas; y que lo por hagan diferentes vías de comunicación, y carezco de uno para ello. Por tanto, a veces tengo que promover mi propia obra, ya sea una exposición de artes plásticas que he curado, o una conferencia que debo impartir sobre literatura, historia, cultura o artes, o la presentación de uno de mis libros, o de otros autores para lo cual he sido seleccionado previamente, etc., y eso lo realizo porque los que están encargados para ello no saben hacer su trabajo o, simplemente, no lo hacen. Pero eso no significa que yo sea un promotor por concebir tales actividades y darles promoción además. No obstante, me alegra poder hacer las cosas que hago como ser biosicosocial y cultural que soy, ponerle mi impronta a todas las cosas en las que estoy involucrado, eso es lo que vale, pero ser un promotor cultural con las especificidades que tiene, no, eso no lo soy.

8.- Vayamos a otras aristas de tu quehacer, por ejemplo, te gusta el deporte, ¿cuál de ellos te satisface más?

Respuesta: Compadre, aquí sí apretaste. Y ya ves, aquí no tengo nada que ver con ser promotor y me encanta el deporte en sentido general e insisto en que lo vean gentes que quiero y, además, me gusta practicarlo o ver cómo lo practican gentes conocedoras de ello. Eso sí, no me agrada ver deporte malo en el sentido de que los que intervienen ya sea un partido de béisbol o de fútbol, para citar dos deportes, lo hagan por mera afición. Te cuento una anécdota que jamás la habías escuchado de mí. Cuando era niño y estaba solo en la casa, me ponía a tirar la pelota contra la pared (mi padre me había dibujado una suerte de cajón de bateo allí, para que yo como pitcher tratara de ponchar bateadores imaginarios), y hasta organizaba mentalmente un jugo de béisbol, que narraba y todo en voz alta. Fíjate si era así, que en el edificio donde vivía, tenían su hogar en el tercer piso, Luis Domínguez y su esposa Bertha, y ellos le decían a mi mamá, que yo iba a ser narrador deportivo porque narraba un juego completo mientras tiraba la pelota contra la pared. También era la época de las narraciones de Buk Canel, Felo Ramírez, Cuco Conde, Manolo de la Reguera, Rubén Rodríguez y Eddy Martin, y después vino Bobby Salamanca, y eso influía, pero en mi caso no solo los imitaba a veces, sino que buscaba tener mi propio estilo como narrador deportivo. El deporte para mí es salud, entretenimiento, cosa sana en la que emplear la mente y el tiempo, y yo, a pesar de no ser alto, practiqué basket ball; también jugué pelota y concluí concursando en el ajedrez, todos de forma oficial, aunque también me satisface el fútbol, el ciclismo y el boxeo, pero solo para verlos. Por el basket siento pasión, y no dejo de reconocer que es mi deporte favorito (otro secreto que te revelo, mi gran frustración en la vida fue no haber tenido una talla de al menos dos metros de altura para tratar de haber jugado en la NBA); la pelota, en cambio, me es como una necesidad verla en vivo o por televisión o escuchar la narración por la radio para mi disfrute personal. Confieso que me agrada ver buenos juegos, en especial, cuando los disputan equipos de calidad o el mío, el cual desde que comenzaron las series nacionales después de 1960, es Industriales; antes lo era el Habana (no me gustaban el Almendares, ni el Marianao o Cienfuegos, nombres de los otros equipos profesionales de Cuba entonces), y el ajedrez me enseñó a cómo enfrentar cosas en la vida, y no ser cobarde ante nada ni nadie. Eso también me lo inculcó mi padre, quien me dijo que nunca le hiciera daño a ninguna persona, pero aquel que lo provocara en mí o en nuestra familia, se lo cobrara hasta en la tumba. Hay muchos que tienen cuentas pendientes conmigo, lo saben y me temen, y yo sabré cobrárselas, no te quepa dudas de eso. Algunos han caído ya afortunadamente. Puede que alguien diga que eso es de mafiosos, no me importa, yo no lo entiendo así. El que hace algo malo que lo pague. Yo pienso como mi personaje preferido, Edmundo Dantés, de la célebre obra El Conde de Montecristo, de Alexandre Dumas (padre), y como tal actuaré. A lo menor algunos creen que eso no tiene que ver con el deporte, pero el deporte enseña a ripostar en el momento oportuno.

9.- En cierta ocasión dijiste que gracias al ajedrez, aprendiste mucho más de historia y geografía, ¿por qué?

Respuesta: Es cierto que dije eso, y te lo confirmo ahora. En primer lugar, debo decirte que aprendí a jugar ajedrez en el bar que estaba en la calle Santa Rosa esquina a la Línea del Ferrocarril, y del que era dueño o lo administraba, el chino Reinerio Laza. Ese era el bar del prostíbulo, y en el recodo del mostrador que daba a Santa Rosa, el Chino colocaba todos los días un tablero y piezas de ajedrez, y ahí nos reuníamos varias personas como Manolo Roza, Juan Balcells y Emilio Iglesias y otros como yo, aunque era el único de los niños y jóvenes que se amontonaban allí que jugaba. Un día, mi padre me sorprendió jugando en ese local. De momento no dijo nada, ni yo me había percatado, porque estaba de espaldas a la calle concentrado en la partida que jugaba con Manolo Roza. Supe que estaba allí, cuando el Chino le dijo: “No se preocupe, Santos, el muchacho está en buenos pasos”. Me quedé frío, pues en casa me habían advertido que no estuviera por ese lugar. Quise dejar la partida, pero mi padre lo impidió, me dijo que continuara hasta que acabara. Por suerte gané. Salí de allí con él, quien no me dijo nada hasta que cruzamos la Línea y no dirigimos rumbo a la casa. Entonces me preguntó: “¿A ti te gusta ese juego?”. Yo le dije que sí, pero temeroso; además no sobrepasaba los once años de edad, y eran otros tiempos, los de mi generación respetaban más a los padres, no los contradecían. Él guardó silencio, pero cuando regresó a casa en horas de la tarde, traía en sus manos un juego de ajedrez de madera y varias revistas, y me dijo que tratara de aprender bien porque eso había costado dinero. Días después, con su propio esfuerzo, me hizo una mesa donde incrustó el tablero y, también, hizo dos sillas. A partir de haberme sorprendido mi padre, no solo pude continuar asistiendo al bar del Chino, sino que iba al de Emilio Iglesias, que estaba en la misma acera de mi casa, pero en la esquina del andén del ferrocarril y en sentido transversal al bar del Chino. Así comenzó mi vida en el ajedrez. Ahora bien, en cuanto a cuál fue el motivo por el que aprendí más historia y geografía con el ajedrez, se debió a que los maestros que tuve de esas asignaturas las impartían de forma muy aburrida y pacata. Ellos se aprendían una cosa y ya, la repetían como unos papagayos en las clases. Claro, hubo sus excepciones, pues antes te dije que tuve una profesora de historia en el Instituto, Gladys Yúnes, que sí me abrió los ojos en relación con la importancia de la Historia, la necesidad de saber todo lo que ocurrió -no solo las versiones de los que ganan las guerras-, conocer que había gentes sin historia que aportaban con sus acciones diarias, anónimas o clandestinas. Pero las clases de otros maestros en esas asignaturas hasta el momento en que conocí a la Yúnes, como te decía, me aburrían mucho. Yo, habitualmente, asistía a las clases en cualquiera de los años de secundaria básica o principios del preuniversitario, con revistas de ajedrez, así como libros y otras publicaciones de ese juego, y me ponía a leerlas mientras los maestros decían sus peroratas en las aulas. De esa forma me enteraba, por ejemplo, que un torneo se efectuaba en tal lugar por algo que ocurrió anteriormente; o que la variante de una apertura tomaba el nombre de un pueblo o de un individuo por un hecho significativo, y, a veces, aunque sucintamente, aportaban datos o hacían comentarios al respecto, o te suministraban una pequeña información del lugar en cuanto a la fundación de un lugar, o las características de cualquier tipo con referencia a hechos más trascendentes sobrevenidos allí. Esa insignificante nota me motivaba a indagar más sobre el lugar citado o la acción ocurrida, incluso me causaba más interés que la variante en cuestión de la apertura en el juego por la cual había llegado a esa información, y me ponía a estudiar ese país, el lugar, los hechos o personajes que habían intervenido en determinados momentos para que fuera reconocido por la historia o la situación geográfica que la destacaba, y que el ajedrez lo recogiera. Y ni hablar de los mapas que consultaba, de libros que buscaba para saber de todo eso. Entonces considero que le debo al ajedrez esa ansia por saber, que no ha concluido todavía. Y te digo más, aún hoy consulto muchas veces mi colección completa de la revista Jaque Mate, que la tengo encuadernada en piel, o las otras múltiples revistas y los libros que atesoro sobre el endemoniado juego. Fueron muchas las veces que asistía a las clases como apunté con revistas de ajedrez o con unos de los cuatro tomos del argentino Roberto Grau, o con un libro de Alexander Kotov, o con otro, el famoso de las 60 memorables partidas de Fischer.

A propósito, yo sé que los tiempos son otros, pero no te he comentado quiénes son mis jugadores preferidos. Comienzo por Robert Fischer, sigo con Boris Spassky y concluyo con José Raúl Capablanca.

De Fischer no hablaré, porque no alcanzaría un libro para hacerlo, y de Capablanca solo te digo que me honro de ser su compatriota. Con respecto a Spassky, tengo dos cosas que decirte. Antes que se cayera el Socialismo Real europeo, yo escribí un largo cuento, titulado “Para Mr. Boris Spassky, en París”, en ese texto auguraba muchas cosas que después vinieron a suceder en la vida, y que yo lo había vislumbrado desde su match ajedrecístico con Fischer en 1972, en el que fue derrotado. Una vez leí ese cuento mío en público, y los sovietólogos presentes me atacaron. Decidí que no era el momento, como muchas otras cosas que todo escritor guarda. La otra cosa con respecto a ese gran hombre que fue Spassky, y que deseo comentarte, es la manera en cómo siempre respetó a Fischer como ser humano, y lo consideró un jugador excepcional; así como cuando este fue detenido porque había violado una ley de Estados Unidos que prohibía tener ciertos vínculos con Yugoslavia (ya dividida en varios países), adonde Fischer jugó y cobró su dinero, Spassky le envió una carta a George W. Bush, el nefasto presidente de Estados Unidos entonces, para solicitarle que lo encarcelara junto a Fischer y poder jugar ajedrez con él. Eso es ser un hombre de principios éticos extraordinarios. Claro, los políticos ni sus testaferros nunca entienden a los seres humanos racionales, lo de ellos es ver a todo el mundo como una suerte de números, una masa humana que se puede manipular, enviar a cualquier parte a hacer la guerra u otras misiones en nombre de ideales distorsionados, y Bush fue un ejemplo de lo que digo en cuanto a esto. Por eso, además de la manera en que jugaba Spassky (un tremendo jugador), me agradó su forma de ser, y hubiera querido ser su amigo.

10.- ¿Qué piensas del deporte cubano del siglo XXI?

Respuesta: Vamos a hablar de que estamos en los albores del siglo XXI, y yo no sé hasta cuándo llegaré en la vida para saber cómo le iría entonces al deporte cubano en este siglo. Además, a lo mejor duro bastante, pero para ese momento estaré en pijamas, con una gorra de los Industriales puesta para taparme la calva y, lo más probable que me esté babeando y orinando continuamente, y no sepa ni quién soy. Pero bueno, vamos a hablar de estos tiempos en los que el deporte cubano se ha visto afectado por muchas cosas. Lo primero es que en Cuba todo se ha politizado e ideologizado y, en consecuencia no nos dábamos cuenta -no yo ni tú, sino las autoridades- para saber que el deporte se ha comercializado mucho, y que la gente piensa en cómo vivir mejor, no en el sacrificio constante. Muchos atletas se han ido a otros lugares -aquí se les llaman traidores, o desertores, y hasta se prohíbe mencionarlos en la prensa con asiduidad, y hubo momentos en que no aparecían ni en los libros de récord, algo parecido al nefasto Diccionario de la Literatura Cubana que hizo en 1980 el Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba y publicado por la Editorial Letras Cubanas, el cual omitió a todo el que se había ido del país por no estar de acuerdo con el gobierno después de 1959. Esas son cosas que han pasado en Cuba de forma cíclica -se repiten cada cierto tiempo-, y el deporte también lo ha padecido.

Ahora bien, un día le escuché decir a Víctor Mesa algo que ni los deportistas cubanos interiorizan bien. Y es que ellos, por estar todo el día en su quehacer deportivo, por la maestría con la cual se desempeñan, son profesionales de su actividad deportiva. En Cuba, se confunde por decisión de alguien, profesionalidad con comercialización. Y Ud. es profesional de lo que hace bien, porque se especializa en eso, y nada más que hace eso -pongamos un ejemplo, qué otra cosa hacen nuestros peloteros durante todo el año si no es jugar a la pelota-. Cogen una destreza tal, que es digna de tomar en cuenta, pero la comercialización -y vamos a hablar solamente en el deporte- es otra cosa. Ud. también puede ser profesional por el nivel de su juego o la maestría de su ejecución desempeñada, pero eso no implica que Ud. sea remunerado como debe ser, o como en una subasta pública. Además, en nuestro país la palabra dinero es como una mala palabra y eso es un error. Ud. debe ganar por lo que hace, y si es profesional en una cosa, pues debe ganar más. Mientras que la mentalidad sea tan impositiva y desaguisada en ese aspecto, seguirán emigrando atletas, continuarán las llamadas deserciones, y nos quedaremos con los que no se han querido marchar -no por patriotismo ni ocho cuartos, como a veces se nos induce a pensar, se quedan en el país porque les da la gana, o porque tienen problemas familiares, o porque tienen miedo irse y no triunfar, y nada de eso (ni irse) es un delito, ni llamarse profesional en Cuba por la actividad que hace es malo-. Te repito, hoy son otros tiempos, la gente ha visto una luz lejana por un orificio y quiere salir por allí. Los que tienen que cambiar la mentalidad son los que deciden si el deporte se integra o no al mundo de estos tiempos. Con ideología no se gana un juego de béisbol o de otro deporte, ni se gana con dinero tampoco. Se triunfa con y por la destreza adquirida, por los conocimientos, la calidad en los entrenamientos, y se gana, sobre todo, por los estímulos recibidos porque Ud. es un profesional de su actividad y como tal se ha desempeñado. Amén de ello, ya no estamos en la comunidad primitiva, cuando no había electricidad, ni vehículos, ni equipos sofisticados para cocinar, etc. Se necesita vivir en el mundo moderno e insertarse en él, y eso cuesta dinero, le duela a quien le duela, porque de lo contrario estaremos metidos en una burbuja ideológica inicua, que cuando reviente no sabremos dónde caeremos. El deporte en Cuba necesita que los atletas ganen por lo que hacen, y que reciban la remuneración del premio obtenido -pero buena remuneración, no una suerte de estipendio-, que vayan a los eventos con sus entrenadores, y no con funcionarios u otros acompañantes que no son especialistas en esa materia, eso es inadmisible que ocurra. Pero, además, el deporte necesita que se revitalicen las áreas o campos deportivos del país, que están en pésimas condiciones o con problemas materiales, salvo rara excepciones -pues eso es un baluarte de la Revolución que no debería perderse y hace más de cincuenta años que hemos tenido bloqueo y limitaciones, pero se priorizaba esto, no otras actividades-. Y por eso me pregunto: ¿por qué motivo en diciembre del 2013, no se pudo usar el complejo de piscinas Baraguá de La Habana, e hicieron las comprobaciones técnicas fijadas de los nadadores en una escuela sin las condiciones requeridas? Vale la pena saber en qué se invierte en Cuba, cuánto gastamos en actividades que no nos corresponden, y si tenemos claro como ciudadanos qué se nos dice que es el Plan del Presupuesto del Estado y cómo se cumple este, el por qué se va a gastar en una actividad y no en otra. No es con llamados a los atletas, o con juramentos antes de partir para una competencia, como se puede resolver los problemas de la profesionalidad y la comercialización que existe hoy.

11.- Volvamos a otros temas, ¿por qué eres periodista, y cuánto le debes a Ernest Hemingway en ese mundo y en otros relacionados con la literatura en general?

Respuesta: Soy periodista, porque no sé hacer otra cosa. Desde niño me gustó el periodismo. Creo que soy de los pocos niños que le gustaba -y les gusta- leer periódicos. Por suerte, en mi casa se recibían cuatro periódicos antes de la Revolución: El Mundo, Información, Prensa Libre y El Camagüeyano y las revistas Bohemia y Carteles, amén de otras publicaciones, pero yo era un lector de todo aquello. Primero, de las páginas deportivas, después me fui acercando a otras pues como te había dicho, a mí nunca me prohibieron leer nada. Por tanto, la manera en que se escribía y lo que se decía, era una forma de despertar mi interés periodístico. Cuando leí a Hemingway por primera vez, y fue Las Nieves del Kilimanjaro, quedé fascinado con la manera en qué él narraba aquellas cosas. Después vinieron otras obras suyas. Pero también leí La condición humana, de Andrè Malraux, que me pareció una trompada en pleno rostro. Y de ahí he leído a infinidad de escritores y periodistas que me han abierto los ojos. Debo reconocer que Jean Paul Sartre y Albert Camus me hicieron comprender muchas cosas. Son muchos, pero te digo una cosa, el lector que se aprecia no se queda con un solo escritor, aunque no te miento en tener preferencias y, sobre todo, el que haya releído mucho. Mira, ese es un detalle que la gente no se imagina, y es que yo releo mucho a determinados autores. Es cierto que leo mucha literatura de la más reciente, que me hacen llegar amigos desde todas partes del mundo y por las vías más insólitas con vistas a que me lleguen -porque hasta eso lo hemos tenido que hacer en Cuba, buscar alternativas para estar informados-, pero te vuelvo a decir, yo releo mucho y entre esos autores releídos están Ernest Hemingway, Jean Paul Sartre, Miguel de Cervantes, Albert Camus, Andrè Malraux, Shakespeare, Borges, Octavio Paz, Faulkner, José Martí, Alejo Carpentier, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar, Guillermo Cabrera Infante, Lisandro Otero, Norberto Fuentes, Umberto Eco, Ryszard Kapuscinski, León Tolstoi, Salinger, Geothe, Benito Pérez Galdós, Lope de Vega, Quevedo, Turguénev, Víctor Hugo, Balzac, Flaubert, Zola, Montesquieu, Gabriel García Márquez, Dostoievski y La Biblia. A esos autores y a ese libro mágico vuelvo más de una vez en no menos de tres años, no puedo dejar de leerlos. Y te diré que de José Martí tengo preferencias por sus Versos sencillos (en especial, el número cinco), o El presidio político en Cuba, y el monumental texto Nuestra América. No te oculto que leo muchos artículos sobre política, muchos ensayos relativos a la historia, la literatura, el arte, la antropología, la filosofía y la politología, todos me magnetizan. No solo los leo, sino que vuelvo a ellos apenas considero que los necesito, aunque los haya leído en poco tiempo, y, desde luego, sin que sean los de más reciente promoción.

Mi condición de periodista está fundamentada por la necesidad de saber de todo lo que sea posible e informar sobre ello, eso es esencial, socializar la información y el conocimiento que se posee.

12.- ¿Qué piensas de los periodistas cubanos en estos tiempos, qué les falta, qué les sobra?

Respuesta: Esa es una gran pregunta jodedora, pero vale la pena que te la conteste sin remilgos. Escribí y publiqué que el mejor periodismo cubano se hizo en el siglo XIX y los primeros 58 años del XX, que eso no se ha superado después. Así lo considero, porque los que lo escribieron llevaron a cabo su quehacer con entera libertad de expresión, con toda la sapiencia que tuvieron, y con un manejo de la información como debe ser, más allá de las ideologías o los catecismos de un partido al que se afilia un periodista. No puede ser que un no periodista chequee el trabajo de los periodistas desde un buró como funcionario del Partido que atiende la actividad. Eso ha mellado al periodismo cubano, amén del ocultismo de la información, de cercenar la inmediatez porque se considera dañina. Todo eso contribuye a una mediocridad, aunque pasen congresos de periodistas unos tras otros, y funcionarios y dirigentes de todo tipo digan que ahora sí esos problemas serán re sueltos. Entonces, la falta de permiso para decir lo que ven y sienten los periodistas, castra a un buen periodismo. Y les sobra, como me preguntas, la censura y la autocensura implícitas.
El periodismo no puede estar limitado por prerrogativas ideológicas que frenen su desarrollo. Eso no quiere decir, que se den bandazos de un lado a otro. Urge una ley de prensa que regule comportamientos éticos para la información, pero si hacemos un periodismo como si estuviéramos en la Inquisición, con un Torquemada que juzgue, castigue, borre, tache o suprima un determinado criterio de alguien que refiera algo que no sea conveniente lo reprendamos, estaremos plantados en un campo de yuca, no en redacciones de órganos de prensa. Hoy, en nuestro país prácticamente no hay diferencias entre una carta de estilo de un órgano a otro. Pudiera decirse que con un solo periódico nacional bastaría y resolveríamos hasta el problema de la carencia de papel, porque no hay diversidad de criterios convincentes, sino una modulación que rige lo que debe decirse y todo el mundo va por la canalita. Fíjate qué interesante se ha puesto la cosa, que las trasmisiones de TeleSur por un canal de la televisión cubana desde las ocho de la mañana -aunque con interrupciones en determinados horarios, y ahora me han dicho que es posible que se eliminen o reduzcan sus trasmisiones-, ha puesto a los periodistas cubanos en ridículo. El colmo es que Cuba tiene dinero invertido allí según creo, y muchos de los periodistas, conductores de programas, técnicos y directivos de esa televisora son cubanos. ¿Cómo es posible, entonces, que el Noticiero de la Televisión cubano sea tan plano? En Cuba, solo hay un poquito de análisis en las Mesas Redondas Internacionales, pero lo demás es un periodismo chato, falto de gracia, carente de notoriedad. No hay opiniones diversas en cuanto a formas de instrumentar políticas, sin que se considere que hay pretensión de agredir al gobierno por lo que hace o deja de hacer, o por la incapacidad para resolver tales problemas. Al contrario, todo es una exposición de virtudes -sobre todo económicas- con una obnubilación e inopia asombrosa, que la gente rechaza. Vale escuchar lo que dice el ciudadano de la calle, corroborar la desmotivación de los jóvenes por las noticias. Cuando cambiemos la mentalidad, y asumamos los criterios de otros -sin importar que difieran de los nuestros como periodistas, o de los oficiales- quizás el periodismo recupere su prestigio. Como dijera Graham Greene: “Yo soy un reportero y sólo los editorialistas creen en Dios”. Entonces, allá ellos, que se creen ese cuento.

13.- Recientemente dijiste que había muchas cosas de qué hablar de la sociedad cubana actual, los cambios y transformaciones, y el papel que le corresponde a la cultura desempeñar en ese debate. Explícate.

Respuesta: La situación cubana refiere que solo se está llevando a cabo desde un ángulo, que es el prevaleciente. La cultura pudiera influir mucho si se le toma en cuenta; pero, a simple vista, lo primero es que no existe una cultura del debate; además, se aprecia una marcada tendencia economicista, pese a que insiste en que no es así. De igual manera, las autoridades hablan de que impere la calma, que se va a trabajar “sin prisa, pero sin pausa”; de que las medidas tomadas no son de choque o de corte neoliberal como en otros países. Quizás será un invento cubano, porque la urgencia de cambios en la estructura y la economía de la sociedad implica la aplicación de medidas radicales, y eso podrá disfrazarse con otro nombre, pero son medidas de choque quiérase o no, y diga quien lo diga. Ahora bien, algunas cosas te lo dije en la pregunta anterior y otras las mencioné en mi opinión a la reunión de la UNEAC en Camagüey, del 9 de noviembre de este año. En ese escrito dije entre otras cosas:

“…en cuanto a los retos y desafíos de la cultura nacional ante situaciones que gravitan sobre ella, muchas veces importados de un “más allá lacerante”, que de debilidades autóctonas la cuales, en realidad, padecemos por nuestras incapacidades o por mala instrumentación de acciones, o por haber primado cierto empirismo a la hora de trazar una política determinada; o por un exagerado economicismo, o por un exceso de control con un gasto exagerado de papel para dejar evidencias de pequeños contactos en los que se chequea lo que es el trabajo obligatorio que debe realizarse y en la mayoría de las veces no se hace; amén de los juicios ejemplarizantes dados a conocer como para alertar a otros posibles comisores de delitos, o a todas las personas en sentido general.

“Y no se puede olvidar que ya tuvimos una época, por cierto, cuando el llamado Sistema de Dirección y Planificación de la Economía, con un resultado desastroso al que se puso fin gracias al Proceso de Rectificación de Errores y Tendencias Negativas como opción para corregir el tiro de lo que acontecía en esos tiempos. Pero mi perplejidad aumentaba a medida que se desarrollaba la Asamblea de la UNEAC en Camagüey, al observar desde la mesa en la que levantaba el acta en unión de una joven trabajadora de nuestra organización, el escuchar planteamientos cantinflescos e inconexos -por no decir insensatos-; o solicitudes pedestres ya tratadas en las reuniones previas efectuadas en las filiales de base y a las que había asistido buena parte de la membresía presente ahora en la Asamblea; o cuando alguien se “desayunó” con los que integraban el comité organizador para asumir las tareas preparatorias al Congreso de la UNEAC en el territorio -porque ese Comité es para trabajar por la Organización, no para beneficio o realce personal-, electo después de las propuestas y la votación de los miembros que asistieron a las reuniones previas de filiales ya citadas, por considerar que no estaba representada perfectamente la mujer.

“Aquello para mí fue decepcionante, eran planteamientos como cuando un francotirador abre fuego para cazar posibles víctimas, sin tener un proyecto de lo que es señalar deficiencias por algo razonable, y eso no es ético como una compañera señaló; porque yo consideraba que íbamos a discutir temas candentes de la cultura y la sociedad cubanas, como los problemas que afectan a nuestra educación y la formación de valores en los jóvenes y niños; o a la compleja relación de la marginalidad con la vida cotidiana; o la carencia de viviendas para toda la población, que fue uno de los propósitos del Programa del Moncada, y que no se ha resuelto pese a los ingentes esfuerzos que ha realizado la dirección del país; o a los problemas delictivos que han proliferado hoy en la sociedad y para desagrado de la misma, en la que la mayoría -casi absoluta- de los casos que están implicados en esos hechos y son sancionados por un actuar irresponsable tienen menos de 25 años de edad, es decir, nacieron en los años de la Revolución; o a las contingencias que aflorarán en ámbito jurídico a partir de la posible legalización que se produzca para facilitar el cambio de sexo en las personas, o queden autorizados los matrimonios entre individuos del mismo sexo y si estos pueden adoptar dentro del marco legal niños o no; o a la compleja realidad de las diferencias sociales a partir de la presencia de tipos de monedas diferentes, y de la cual se han anunciado cambios por parte de las autoridades, pero que no podrán llevarse a cabo hasta el 2015 como mínimo; o a las dificultades que existen cada día con la doble moral, la corrupción, el juego, el vicio, la prostitución presentes en el ámbito cubano desde casi la formación misma de la nacionalidad, y que para conocer sus antecedentes basta con leer el texto señero de José A. Saco, escrito en 1830, y titulado Memoria sobre la vagancia en la isla de Cuba, que tiene plena vigencia en nuestro medio hoy (tal y como dije en otra pregunta tuya, Navarro); o los problemas existentes de la racialidad en Cuba, develados por el propio Estado después de los años noventa del siglo XX, pues cuando triunfó la Revolución en 1959, a ese y otros problemas sociales se le había tirado un manto de silencio que cubría esos flagelos en aras de preservar la unidad nacional contra la injerencia imperialista.

“Habría que haberse pronunciado en nuestra Asamblea contra el populismo, la demagogia, o contra la reiterada conducta de hacer concesiones ante la forma maniquea de imponer un criterio venido desde posturas de fuerza a veces en nombre del Estado, y sin que este sepa de eso ni se haya referido, sino que son acuerdos y decisiones de personas con un determinado rango y ya, o cuando se ha señalado al que discrepa como un enemigo o un futuro enemigo de la Revolución, solamente por discrepar de una medida. Y hay, por otro lado, algo insólito, pues resulta que desde arriba, vale consignar precisamente desde allí, las más altas esferas de poder en el país, se nos sugiere pensar y debatir en cómo debemos ir recapacitando para cambiar todo lo que debe ser cambiado, y no, para todo quede igual, tal cual reza en aquella máxima esbozada por el personaje Tancredi, el de la novela El Gatopardo, de Giuseppe Tomasi de Lampedusa. Lo original sería cómo asumir el cambio, dentro de una concepción que implique una participación de todos sin prohibiciones, sin menoscabos, sin ver al que opina diferente como un enemigo; pero eso sí, teniendo la certeza de que para opinar hay que tener dos dedos de frente y un criterio renovador, que quizás no encuentre eco en un momento, sin embargo, su razonamiento debe ser evaluado y considerado. Sobre todo ese arsenal de conflictos, la Asamblea enmudeció.

“Nosotros, los cubanos, tenemos un sabor legalista por la manera recargada de manifestarnos en materia jurídica en casi todo lo que hace el ser humano y en sus relaciones. Pero la norma no es solo para prohibir, es para regular las relaciones entre los individuos, y entre estos y el Estado. No obstante, desde los tiempos de la corona española, los colonizadores se empeñaron en llenarnos leyes prohibitivas, que, como consecuencia, traían la miseria, el dolor, y, sobre todo, el intento de vulnerabilidad efectiva por parte de los que se consideraban perjudicados, ya fuera mediante cualquier artificio histriónico, o el que se burlara de la legislación a través del contrabando u otras actividades ilícitas.
“Recordemos, por ejemplo, el Estanco del Tabaco impuesto en 1729, y lo que eso acarreó como medida restrictiva. Y ni qué decir con todas las demás leyes que emergieron de una Corona más legalista que cumplidora de su gestión gubernamental y económica para beneficio de los que residían en la Isla. Hoy padecemos de ese mal, aunque a otros niveles de jerarquización, pero si Usted prohíbe debe buscar una vía para solucionar la dificultad, de lo contrario ocasiona más problemas y fomenta el delito que busca burlar la medida impositiva de restricción a toda costa y a cualquier precio. Y lo que sí ya no es permisible ni es posible de instrumentar por mucho tiempo con legislaciones u orientaciones, es el ocultamiento de un desarrollo científico, tecnológico o cultural venga de donde venga.

“No podemos olvidar que casi todos los cubanos no creyeron por mucho tiempo, que el hombre había ido a la Luna, como en efecto ocurrió el 20 de julio de 1969, porque ese gesto científico-técnico y cultural, que constituyó una hazaña desde cualquier ángulo de donde se mire, lo habían hecho los norteamericanos, y ellos eran los malos según lo que nos enseñaban. ¿Y qué tenía que ver su actitud sinvergüenza en política e ideología con el hecho cierto de un avance científico? Ese y otros ocultamientos o engaños, que se hicieron evidentes en nuestro medio con disímiles vertientes o variantes sociales, políticas, científicas y culturales, trajeron muchos desmantelamientos de iconos posteriormente, y eso ha sido peor que la prohibición o el ocultamiento mismo de una cosa en específico. Yo estoy a favor de que el Estado y sus instituciones alerten a la familia cubana del peligro de lo que significan los videojuegos para sus hijos; inclusive, estoy a favor que regulen la difusión de esos supuestos entretenimientos por cadenas estatales, o por una comercialización ilícita, pero prohibir lo que se va a imponer de todas formas, y que es potestativo del seno familiar, resulta algo no factible desde todo punto de vista, porque se va a perder la batalla de igual manera.

“Es como cuando se prohibió a mi generación escuchar a Los Beatles y, luego, hemos visto con perplejidad cómo se le ha tenido que dedicar un parque en La Habana -y no sé cuántos homenajes- a John Lennon, quizás la cabeza más visible de ese grupo musical, amén de divulgar su música y la del grupo sin restricción alguna. ¿Y eso no resultó ser el peor ridículo del mundo, pues primero se prohibió y hoy se venera? Cabe preguntarse también, ¿cómo se explica eso a los de mi generación y, sobre todo a los jóvenes? Es cierto que en el siglo XIX se condensa toda la cultura de este país, y de la que somos una consecuencia. También es lógico que para entender el siglo XX hay que estudiar el XIX. Pero estamos en el XXI, y aunque somos deudores de esa cultura y de esos presupuestos socio-culturales, estamos en pleno desarrollo del siglo XXI, y no podemos hablarles a las gentes, y menos a los niños y jóvenes, con prohibiciones, porque lo menos que nos pueden hacer es, como decía Raúl Roa: “tirarnos una trompetilla por demagogos”. Bien vale la pena reflexionar, cerrar filas, porque todos estamos agrupados y dirigidos en un mismo sentido con vistas a defender la cultura cubana, y hacia ese objetivo queremos ir, pero no es con prohibiciones y acotaciones impositivas como se resuelve el problema, pues las dificultades continuarían, y después serían peor las consecuencias.

“Llegó la hora, no del cuentecito banal y rudimentario, de la perorata que no convence, pues los sueños de los niños y jóvenes son agitados y entran en confrontación con esa manera exagerada de didactismo que queremos imponer. Los que peinamos canas o ellas asoman como una premonición, tenemos que tener conciencia crítica de que nuestro tiempo no es el de los jóvenes actuales, ni son los intereses y paradigmas nuestros los que ellos consignan como válidos y convincentes. Para mí es triste ver cómo muchos de mis correligionarios fueron a la reunión de la UNEAC en Camagüey a gastar el tiempo; otros, con su estatura intelectual quisieron imponer su voluntad y criterios, plagados de buenas intenciones, pero no convencieron. Supuestamente vencer es convencer, y ese es un error común en nuestros días. Vale la pena que reflexionemos para buscar soluciones a problemas globales de mucha urgencia en nuestra sociedad, esa debe ser nuestra misión, porque de lo contrario asumiría el título de una entrevista concedida por la intelectual norteamericana Susan Sontag; “No sé qué son los intelectuales”, aunque debo aclarar que no comparto los puntos de vista citados por ella allí, pero el título es genial para un asunto como el que he tratado”.

14.-Es conocida la estrecha y fuerte relación que tuviste con tu padre Jorge Santos Díaz, ¿cuánto de él hay en ti y en tu obra?

Respuesta: En otra pregunta tuya hablé de la influencia de mi madre, sin que me lo preguntaras. Mi padre, del que ya hablé en otras respuestas dadas a ti, fue clave en mi formación ética. Me enseñó a no tener miedo si tenía que decir la verdad; a no creer en nada -esto es muy importante-, ellos no iban a la Iglesia Católica, pero me pusieron en un colegio afiliado a esa creencia, porque era bueno en la docencia que impartía. Sin embargo, no me impusieron la religión católica, y cuando se cortó el cordón umbilical al intervenir el Gobierno Revolucionario las escuelas privadas y dejaron de dar clases los curas -en mi caso, eran los Hermanos Maristas-, concluí mi etapa religiosa. A eso contribuyó también, que encontré no sé en dónde un librito que se llamaba más o menos Principios Fundamentales de Filosofía Marxista, de George Pulitzer o Politzer, no recuerdo bien ni el nombre del libro ni el del autor, pero lo que sí resultó que ese librito comenzó a abrirme los ojos. Después vinieron otros textos, así como que el dogmatismo que se manifestaba en la religión, las prohibiciones implícitas, o la doble moral de muchos de sus miembros, que hicieron mella en mí, y decidí apartarme de la Iglesia. Si me he acercado a ella en algunos otros momentos, ha sido para seducir a alguna mujer que asistía a sus celebraciones, pero no por interés religioso. En otro orden, no puedo militar en ningún partido, porque no soy dado a recibir órdenes o criterios de otros como imposiciones -tampoco pude ni acepto ser militar-, y, consiguientemente, no puedo pertenecer o afiliarme a un credo religioso. Soy un librepensador en toda la extensión de la palabra. No me gustan las imposiciones políticas, pero eso no es ser enemigo de nadie, y menos de Cuba. Es tener un criterio propio, y no critico a los que sienten placer por sumarse a esas posiciones. Por tanto, ellos no pueden criticarme a mí.

De mi padre aprendí muchas cosas, por ejemplo, el ser honrado; responder ante la injusticia sin importar las consecuencias o el peligro que me traiga. Tener un sentido de la laboriosidad sin tregua. Tener un compromiso con la vida, no con hombres e ideologías. Querer sin otro rango de compromiso; y querer a Camagüey insólitamente, pues no creo que la ciudad me haya correspondido igual (al menos, las autoridades que la han regido hasta el momento).

15.-Precisamente, las artes plásticas ha sido una zona donde mayor cantidad de análisis y reflexiones has brindado, sin embargo, ¿eso te ha llevado a tomar el pincel en alguna ocasión?

Respuesta: Ya intervenida la Escuela Provincial de Artes Plásticas José Martí, de Camagüey, después de iniciada la Revolución, por embullo me matriculé en esa Escuela, que continuaba dando clases de manera arbitraria. Comencé a recibir clases de modelado por el profesor Savón, y no pasó de las dos primeras sesiones clases cuando me di cuenta que yo no estaba hecho para eso, pues en ese breve tiempo también me pusieron a dibujar, y no daba pie con bola. Y había mucha expectativa por ser mi padre graduado de ella y ya un artista. Yo no sé hacer nada de trabajo manual. Lo otro es diferente. Ejercer la crítica fue una necesidad para contraponer a mi padre. Estudié mucho sobre arte, no ceso de documentarme al respecto, pero reconozco no saber pintar. Me pasa lo mismo que algunos managers de béisbol, basket o fútbol, que saben dirigir o señalar buenos o malas jugadas, o corregir un error, pero su desempeño como atletas no era bueno. Hubiera querido emular con mi padre en ese aspecto, en ser artista plástico, pero no me fue posible.

16.-Algunos de tus escritos, incisivos, polémicos, consiguieron traerte más de un dolor de cabeza, y también algunos de esos textos han sido satanizados, no por lo que dicen, sino en donde se publicaron, sin contar que para el debate sincero cualquier tribuna es válida, ¿puedes hablar de eso?

Respuesta: Escribo lo que siento y observo, o creo preciso el opinar. No me gusta decir mentiras, aunque todo el mundo las dice en un momento de la vida a diferentes niveles de comprensión. Yo, por ejemplo, me apeno de haber comentado favorablemente por encargo dos libros de Leonid Ilich Brezhnev, en el periódico Adelante, en el año 1980 o 1981, que no era escritor ni ocho cuartos. Esa fue una mentira de la que me arrepentiré siempre. He publicado algunos trabajos en los que he dicho lo que siento, y un libro, que ganó un premio, el de la revista Vitral, en Pinar del Río, Desafíos en claroscuro (lo mejor que he publicado hasta ahora), que me costó la aplicación de una suerte de reprimenda y señalamiento al estilo de un nuevo Quinquenio Gris, cuando por mediación de la directora de donde trabajaba, el Centro Provincial del Libro; y la directora de Cultura en la provincia en esos momentos, así como con la intervención de un funcionario del Partido, me fustigaron. Este señor fue el encargado de ejecutar su tarea de cuestionador, cosa rara, porque el Partido, según se dice, está para persuadir, no para censurar, pero él se creyó Torquemada y quiso cumplir su rol, allá él. Y hubo un personajillo, que dice ser muy católico, porque ocupa un cargo dentro de la nomenclatura laica de la Iglesia, que se prestó para que utilizaran un ejemplar de la revista de la institución de donde se había convocado el Premio, para facilitarle un pretexto a mi directora como que yo aparecía mencionado allí. El número de la Revista propiciada por ese señor, no traía mi nombre ni nada referente a mí. Al final, yo he seguido siendo quien soy, porque mi objetivo era ganar el concurso literario, no fabricarme una imagen de disidente, que no soy, y todos lo saben bien. Yo no olvido ni perdono a los que me han hecho daño, ya te expliqué eso, pues recuerda mi estimación por el personaje El Conde de Montecristo. De más está decirte que no resisto a las personas que se prestan para bajezas.

Y en cuanto a mis trabajos literarios, pueden ser satanizados o no, yo vivo orgulloso de ellos, porque son como mis hijos -y ningún padre reniega de sus hijos hagan lo que hagan y sean lo que sean (y no es mi caso, por cierto)-. Más le vale a las personas que les agrada hacer el mal dejar en paz a todos los demás, y no meterse con nadie, porque después la rueda da vueltas y…

17.- ¿Qué piensas de la amistad?

Respuesta: Para mí amistad es lealtad, es no censurar a quien te brinda su mano. Eso no quiere decir, que me tenga que comprometer con ese amigo o amiga para cometer un delito o un acto deleznable. Pero si mi amigo o amiga piensa diferente a mí, y respeta mi criterio, no me trata de convencer sobre sus propósitos, o comprometer con algo ilegal o vergonzoso, podrá pensar como le venga en ganas, que seguirá siendo mi amigo o amiga. Si se pasa de la raya, ahí termina la amistad.

18.- ¿Con cuáles de esos amigos preferirías pelear en una trinchera, ya sea de piedra o de ideas, pero del lado tuyo?

Respuesta: Mira, no creo que tenga que estar en una trinchera por ninguna guerra. No me gustan las guerras, salvo en películas. Y de ideas, no jodas, eso es peor y más increíble aún. Pero si tengo que escoger un amigo para que esté a mi lado todos los días, ese eres tú, Jorge Navarro Torres. Tú sabes que yo no creo en problemas de racismo ni un carajo, y he dicho más de una vez en público que yo tengo un amigo, y más que todo un hermano negro, y ese eres tú también. Así que ya sabes, cuando me aparezca una crisis de asma, o cuando me tengas que esconder de mi mujer porque le he hecho una trastada a ella y no le agrade, debes prepararte para tener a mano un spray de salbutamol, y un refugio para esconderme de Mariesta. Después prepárate, ella quizás te mate.

19.- Estudiaste en la Universidad de La Habana, tienes frecuentes nexos con la capital del país. No es un secreto que residir en la urbe cubana tiene sus encantos, más las posibilidades de promoción y reconocimiento personal, y no pocos han hecho las maletas y están allá. Entonces, ¿por qué sigues en Camagüey, acaso es conformidad, necesidad, o es como al igual que Juan Antonio García Borrero, te gusta como carajo?

Respuesta: No voy a repetir lo dicho por un señor conocido, cuando expresó: “Oh, Londres”, añorando a esa ciudad y haciendo un paralelismo con La Habana, que en esos momentos lloviznaba como es habitual en la capital inglesa. Ese afeminamiento no me viene bien. Sin embargo, La Habana es un buen sitio para estar, yo viví allí, me casé con una habanera, la Dra. Delia Rosa Ruiz Jordán -que resultó ser la madre de mi hijo-. Te confieso que me gusta La Habana, pero yo prefiero trabajar más tranquilo. Además, mi padre me enseñó a querer a Camagüey, a soñarlo, a olerlo y palparlo a cualquier hora del día. Ahora bien, si yo pudiera vivir en un sitio apartado -aunque con teléfono, internet, servicio postal eficiente, vías de comunicación adecuadas y otras comodidades, en particular contar con mi biblioteca- me fuera para allí a leer, estudiar y escribir tranquilamente. A mí no me agrada el bullicio ni las relaciones con la claque, que es la que, en definitiva, da el reconocimiento y los premios, de eso no te quepa dudas. Siempre es así. Fíjate que mucha gente quiere ir a vivir a París, pero los grandes van de visita, o viven en los suburbios, pero no en medio de un gentío que grita, chilla, y alaba o destruye, según sus intereses, moda o gustos. Sinceramente, me gusta mucho ir a La Habana, caminar por sus calles, en particular Habana Vieja, pero si tuviera recursos y fuera permitido en estos tiempos y en este país, residiría en un lugar como Finca Vigía -el refugio de Hemingway-, en San Miguel del Padrón, pero a lo mejor entonces si eso ocurriera, los compañeritos de la agricultura urbana, comenzarían a visitarme para averiguar si iba a sembrar o no, y qué sería, y toda esa jodedera, o de lo contrario serían los de la ANAP; porque ya aquí, en la ciudad, con los inspectores de los mosquitos, o los malandrines del barrio, no te dejan vivir en paz en tu casa. Es del carajo, pero un escritor, un artista, necesita de la soledad para realizar su obra, no es como creen algunos, metidos en medio de la bulla como ella se realiza.

Yo no sé si a Juanito le gusta Camagüey como un carajo, no he hablado con él de eso, pero si es así, pues me asocio a él una vez más. Siempre lo he considerado un hombre inteligente.

20.- Háblame de los alzados en el Escambray y en otras zonas, y de Girón y la Crisis de Octubre también. Yo sé que tú investigas mucho sobre esos asuntos.

Respuesta: Negro, me pones en un aprieto, porque las cosas que tengo que investigadas y escritas sobre esos hechos no son para publicar ahora, pero te hablaré de ello con toda sinceridad. Primero, el bandidismo es cierto que existió en Cuba después de 1959. Ellos se habían alzados contra Fidel Castro y su Revolución, porque no eran comunistas. Es real que muchos de ellos no sabían qué era comunismo, pero la lucha de clases es así, la gente no toma conciencia desde el principio, sino a medida que han sido afectados por medidas del gobierno, y algunos ni lo habían sido, pues los que los sí lo fueron eran los dueños de las áreas en que ellos vivían. Ahora bien, con esas gentes no se iba a construir una nueva Revolución ni una Contra tampoco, porque la mayoría era de baja catadura moral, o eran ex militares de Batista que tenían cuentas pendientes o no con la justicia por actos cometidos mientras fueron aforados del ejército o la policía del antiguo régimen. Incluso había terratenientes, o hijos de estos, pero nadie de esa gente podía luchar con dignidad a pesar de contar con apoyo norteamericano. Ya en el tiempo en que se alzaron fueron muchos los crímenes que cometieron en aras de luchar contra el comunismo y el pueblo no toleraba eso. Por esa razón no lo podían apoyar los pobladores de esos territorios. Si los norteamericanos hubieran utilizado en grandes dimensiones un potencial humano culto, decente y con una proyección política objetiva, entonces sí la cosa hubiera sido distinta, y el enfrentamiento habría tenido otro nivel de compromiso. Fidel Castro se dio cuenta de eso, y persuadió a los campesinos y a toda la población para que no apoyaran a los bandidos, solo con eso ya tenía la mitad de la pelea ganada. La otra, la ganó gracias a la labor de sus soldados y milicianos, que dieron muestras de arrojo en los combates.

Girón es otra cosa. Fue una jugada cantada desde antes que ocurriera, porque el gobierno cubano tenía información al respecto. Además, quiénes integraban la Brigada 2506 –que se llamaba así porque era la identificación del integrante de esa agrupación, Carlos Rodríguez Santana, muerto en el entrenamiento previo-, no tenían en verdad un sentido militar de lo que es la lucha con la magnitud de tal empresa ni tampoco un claro motivo de lucha. Lo de ellos era recuperar sus propiedades, muchas de ellas abandonadas por sus familiares o por ellos mismos, pero no había un ideal. Y existía mucho odio en ellos, no un sentimiento de compromiso social con lo que significaba venir a pelear para conquistar el poder y establecer gobierno con intereses humanitarios, y por eso no podían triunfar. Inclusive, algunos eran ex miembros de las fuerzas armadas o policiales del régimen derrotado, que tenían como una espina clavada, pero sin objetivo definido de la lucha. Y quiero aclararte una cosa, si bien es cierto que los norteamericanos estaban comprometidos con la organización de la invasión, los que trabajaban en ese sentido específicamente era la gente de la CIA; así como algunos funcionarios del gobierno yanqui y del Pentágono, o de otras agencias de ese gobierno, pero no fueron tropas norteamericanas las que vinieron y combatieron como tal. Kennedy asumió la responsabilidad de la derrota, porque él estaba embarcado con ese proyecto dejado en sus manos por Eisenhower, pero yo no lo veo como una derrota de ese país propiamente dicho. Quizás la idea de la Primera derrota del imperialismo en América, sea más que todo una consigna política, pero no fueron tropas yanquis las derrotadas; en todo caso, ellos sí adiestraron a la gente de la Brigada en Honduras y en otros lugares, pero no se puede ver tan ingenuamente como una derrota de agrupaciones militares de ellos. Son cosas que la gente ha interiorizado durante muchos años a tenor de lo que se le ha dicho, y que es muy difícil de cambiarle la visión, pero la historia no se puede estar inventando pues al final todo sale a flote.

La Crisis de Octubre: Este es otro fenómeno en nuestra historia reciente. Cada vez que me acerco a ese tema se me erizan los pelos, porque el mundo estuvo al borde de un desastre nuclear, y eso la gente en Cuba no lo ha interiorizado ni ha tenido percepción del riesgo que se corrió. Parecía que era un cumpleaños lo que estábamos celebrando, y que todos iríamos a la muerte con cantos de sirenas y alabanzas. Vale decir que hubo un grado de irresponsabilidad política extraordinaria por parte de los soviéticos al sugerir que aceptáramos la instalación de los cohetes portadores de ojivas termonucleares en territorio cubano. Por otro lado, no me cabe en la cabeza que, a pesar de esa insólita proposición hecha por Jruschov, se aceptara tal dislate por parte de Cuba. Pero eso, ahora, es imposible analizarlo y discutirlo. En realidad, lo que parecía era como si nos hubieran ofrecido un juguete y estábamos locos por tenerlo en nuestras manos. No importan las razones políticas e ideológicas que aludan sobre ese acontecimiento ni lo que podía significar para el movimiento obrero internacional manipulado por los soviéticos -y, desde luego, era un supuesto movimiento obrero, no hay dudas de eso-. Pero se tendría que admitir la irresponsabilidad total de ambas partes que constituyó ese gesto bélico. Y, luego, los norteamericanos con su prepotencia tratando de decir hasta dónde llegaba nuestra soberanía. Por supuesto, ellos sí tenían razón en cuanto a la barbaridad de haber colocado esas armas estratégicas en territorio cubano con vistas a forzarlos a retirar sus cohetes y tropas en Turquía. Vivimos días en los que pudimos haber muerto como pueblo y país, y que esta generación de ahora no conoce para nada. No tiene idea de lo que pudo haber sucedido. No fue como se ha dicho; en todo caso, la inteligencia de los estadistas fue la que prevaleció, y eso se constituyó en un grave error humano, y así tiene que consignarlo la historia en un momento dado. ¿Y qué pasó? Justamente, lo que los soviéticos habían previsto, pero que no todo les salió como soñaron. Se pusieron de acuerdo con los norteamericanos, como dos potencias termonucleares que no querían la guerra -que si es llevado al plano escolar, es como cuando el maestro ha regañado fuerte a un niño, y el padre del imberbe va a reclamarle, pero como el niño es malcriado y, por supuesto, al que no hay que darle explicaciones, se pusieron de acuerdo los mayores-. Fue una barbaridad. Cuba salió como un chiquillo guapetón, al que lo mandaron a freír tusas, y que al final lo entretuvo el protector con la promesa de darle otros juguetes menos dañinos. El resultado de todo eso es que por poco se provoca una conflagración mundial, y ni se cumplió ninguna de las demandas de Cuba en sus Cinco Puntos. Esa es mi experiencia de la crisis de octubre después de haber leído cientos de documentos y varios libros al respecto, así como escuchar los puntos de vistas de algunas de las figuras cimeras de ese conflicto.

21.- Háblame de la Década del sesenta.

Respuesta: Ah, esa es una década fabulosa, que me ha marcado para siempre. Se inició con el triunfo de la Revolución cubana; pero los países africanos empezaron a descolonizarse; se desarrolló el art pop; los Beatles trasformaron la música; el problema de Biafra, después del golpe de estado en Nigeria en 1966, trajo como consecuencia que murieran cientos de miles de personas tras la rendición de los biafranos en enero de 1970; el boom literario latinoamericano; la aparición de guerrillas en varios países de América del Sur; el hecho que el hombre pusiera los pies en la luna; la elección como Papa de Juan XXIII y, consiguientemente, su decisión y llamado al Concilio Vaticano II; los asesinatos de Kennedy y Martin Luther King; la Primavera de Praga; el Mayo francés de 1968; el incremento de la guerra en Viet Nam; las olas del cine; la lucha racial en Estados Unidos; la guerra de los Seis Días; la aparición de la píldora anticonceptiva; la construcción del Muro de Berlín; el primer trasplante del corazón; la extraña muerte de Marilyn Monroe; el auge de la TV; el asesinato del Che Guevara; los insólitos secuestros de los Tupamaros uruguayos; la proliferación del sexo, la vestimenta, los herederos deformados de la Beat Generation y el consumo exagerado de L.S.D., entre otras cosas. ¿Quieres más? Fue una década de película.

22.- Dime sobre la confrontación Cuba-Estados Unidos.

Respuesta: Eso es un problema ancestral desde inicios del siglo XIX, recrudecido a partir de 1959, ya en la mitad del XX. Eisenhower no podía congeniar con Fidel Castro, porque los niveles de compromisos con personajes de la Cuba de la Era Batista se convertían en un problema. Para colmo, había una carta de Fidel a Celia Sánchez, del cinco de junio de 1958, tras el bombardeo aéreo del día anterior a las Minas de Frío, en donde le decía que “…. .Al ver los cohetes que tiraron en casa de Mario (Sariol), me he jurado que los americanos van a pagar bien caro lo que están haciendo. Cuando esta guerra se acabe, empezará para mí una guerra mucho más larga y grande: la guerra que voy a echar contra ellos. Me doy cuenta que éste va a ser mi destino verdadero”. Por tanto, Navarro, ese problema o confrontación la tienen que resolver Fidel y el gobierno norteamericano (no importa quién sea el presidente), y no importa lo que digan los cubanos-americanos que están en Miami, esos solo hacen bulla y mucho lobby, pero el quid del asunto está entre el líder cubano y las autoridades norteamericanas.

23.- ¿Qué recuerdas de la relación Cuba-URSS?

Respuesta: De esa relación no le queda nada a la casi totalidad de los cubanos y, menos, a las generaciones de estos tiempos tras la caída del socialismo real europeo, que fue siempre irreal. Lo que se recuerda de los rusos es la tosquedad que aparentaban, pero a nadie se le ocurre pensar en ellos como la tabla salvadora de los problemas que afronta Cuba hoy. La historia no perdona, y hubo mucha desilusión cuando se desinfló el globo.

24.-Defíneme en pocas palabras lo que consideras de estos personajes, que yo sé tienes en la mente siempre: Julio A. Mella, Rubén Martínez Villena, Antonio Guiteras, Eduardo Chibás, Raúl Roa, Ernest Hemingway, Fulgencio Batista y Fidel Castro.

Respuesta: Mella vio el comunismo como una esperanza, pero no se dio cuenta de los que se habían apoderado de esa ideología, y sufrió en carne propia la repulsa de los afiliados a esa corriente.

-Martínez Villena, aunque hizo poesía, no creo que ese fuera su fuerte. La salud no le acompañó para trabajar más por sus ideas, pero si lo hubiera acompañado habría tenido conflictos con los miembros del Partido Comunista de entonces, que seguían la línea de Moscú por medio del Buró del Caribe de la Internacional del Caribe.

-Guiteras fue, como dijo Paco Ignacio Taibo II, un tipo guapo. A lo mejor coqueteó con la ideología marxista, pero no era santo de la devoción de Partido Comunista cubano. No lo apoyaron y le temieron.

-Chibás fue un agitador que creaba falsas esperanzas con un discurso alardoso y estrepitoso. Por momentos, pareció un loco, y no le faltaron una serie de duelos con distintos oponentes provocados por su carácter. Murió por sus propias manos, debido a una perreta al no poder probar lo que anunció. En 1927, cuando estaba en prisión, se mostraba al lado de la derecha, y los comunistas nunca lo vieron con buenos ojos.
-Roa ha sido un ejemplo para mí a la hora de escribir. No temió decir lo que sentía y observaba. Siempre lo he considerado un hombre valiente, porque sostuvo sus ideas a pesar de todo.
-Hemingway es un soñador. Quiso vivir a su manera y lo logró. Muchos le ven defectos, esos son los envidiosos. Yo creo que un hombre se mide por lo que hace, y Hemingway demostró que él tenía convicciones, aunque le gustara la bebida y el buen vivir. Fue un excelente escritor y periodista
-Bastita era en toda la extensión de la palabra un sinvergüenza, que sabía a quién acercarse cuando le convenía, entre ellos, asesinos de toda laya. Pero me intriga que no fue un hombre bruto como lo han querido presentar, y con ayuda de los norteamericanos y otros, en plena guerra contra Fidel Castro, hizo que La Habana se convirtiera en una gran ciudad. Me deslumbran los edificios y otras obras realizadas en esa etapa hasta el 31 de diciembre de 1958. Eso sí, las barbaridades que se cometieron en esos años merecen toda la repulsa.

-Fidel Castro es un genio. Puede que no se compartan algunos de sus puntos de vista, pero si él logra comunicarse con usted, lo envuelve y lo convence. Tiene un matiz especial para atraer gentes. Que haya cometido errores, es lógico en cualquier gobernante. Inclusive, actos que parezcan deleznables para sus contrarios, pero su magnetismo y grandeza lo colocan en un sitial destacado de la historia nacional y del mundo.

25.- Háblame del Partido Comunista cubano, del Movimiento 26 de Julio y del Directorio Revolucionario 13 de Marzo.

Respuesta: El Partido desde su fundación hasta el 31 de diciembre de 1958, cometió tantos errores que lo demerita totalmente ante mis ojos, aunque en sus filas hayan militado gentes decentes. Como seguía los dictados de Moscú a través del Buró del Caribe o por otras vías, sus actos estaban matizados por esa condición sine qua non. Al estudiar la Historia de Cuba, me he dado cuenta de las razones de Raúl Roa para no creer en ese Partido de entonces.
El Movimiento 26 de Julio es una conjugación de muchas gentes de todas las vertientes políticas e ideológicas. Los comunistas no lo soportaron, ni a su líder, y hasta consideraron que el gesto del Moncada era un putch, y sólo se sumaron a ese Movimiento cuando vieron que el triunfo de Fidel Castro era cierto, irrevocable. El 26 agrupó a gentes de la ortodoxia, del grupo de Bárcenas, algunos miembros de la Unión Insurreccional Revolucionaria y de la Joven Cuba, entre otros, así como gentes sin filiación política, pero antibatistianas. Logró aglutinar a la mayoría de los que combatían a Batista, y con su líder, Fidel Castro, concibió la estrategia válida para la toma del poder, y lo logró.

El Directorio respondía a José Antonio Echeverría, y era el brazo armado de la Federación Estudiantil Universitaria prácticamente. Hizo actos valerosos, y mantuvo a raya a las fuerzas del régimen batistiano, en especial, en la ciudad de La Habana. La bravura de esos jóvenes hay que mantenerla viva permanentemente, porque ellos hicieron de la vida clandestina una forma de cotidianidad. Yo admiro mucho a los muchachos del Directorio, y cada vez que llegaba el 13 de marzo, mientras estudiaba en la Universidad de La Habana -pero, en estos tiempos también-, me conmovía ante las acciones de esos intrépidos combatientes. Había que tener mucho valor para jugarse la vida contra las hordas de Batista todos los días y sin muchos refugios.

26.- ¿Qué son los disidentes?

Respuesta: Mira, yo no comparto esos criterios de los que se dicen disidentes, porque no me interesan sus presupuestos políticos ni ideológicos. Creo que si Ud. va a luchar por un ideal debe hacerlo sin convertirse en mercenario de otro país, recibiendo dinero o manutención de otros. Eso no tiene que ver con los derechos humanos, que es reclamar para que las diversidades sociales, raciales, sexuales, laborales, políticas, etc., sean respetadas. O que los quebrantamientos de derechos universales de cualquier tipo se restablezcan si han sido violados. No creo que ese problema exista en Cuba en estos momentos, al menos, para vincularlos con aspectos políticos, como lo hacen algunos. Una cosa sí te puedo decir: Yo no soporto a los traidores, ni soplones, abusadores o ventajistas, ladrones, vándalos, espías, corruptos en todos los sentidos, violadores o pederastas, sean quienes sean, ni mercenarios tampoco. Creo que es vital tener presente lo que dijo Benito Juárez: “la paz es el respeto al derecho ajeno”, y eso es lo que me caracteriza. Por tanto, los llamados disidentes, de los que no tengo noticias, carecen de credibilidad en Cuba; nadie les tiene confianza, y el pueblo no los toma en cuenta.

Lunes 23 de diciembre del 2013 5.05 p.m.

(*) Ficha personal de Jorge Santos Caballero. Camagüey, 1950.
Ensayista, crítico, narrador, periodista, curador de exposiciones de artes plásticas y profesor universitario. Máster en Ciencias, especialidad Cultura Latinoamericana, auspiciada por el Instituto Superior de Arte de Cuba; también tiene una Licenciatura en Derecho, cursada en la Universidad de La Habana. Ha sido editor de la revista Resonancias, de la Universidad de Camagüey, y de la Editorial Ácana del Centro Provincial del Libro y la Literatura de Camagüey.
Es miembro de la Asociación de Escritores de la UNEAC; de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba, y de la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales. Ha publicado libros de ensayos: En la otra esquina del ring (edición corregida y aumentada, publicada por la editorial Ácana en el 2013); Los confines del Hacedor (Edición Ácana, 2009); Roa: voz y actitud (Edición Ácana, 2007); Desafíos en Claroscuro (Ediciones Vitral, Pinar del Río, 2006) y En la otra esquina del ring (coedición entre las editoriales Sanlope, de Las Tunas y Ácana, de Camagüey, en el 2004). Está antologado en los libros Anuario de Puerto Príncipe 2002 (de investigación); Severo Sarduy. Escrito sobre un rostro (de ensayo, en el 2003), y La huella infidente y algún sobresalto (de cuento, en el 2003), y en el 2011, compiló la obra periodística del poeta, ensayista y periodista Luis Suardíaz, bajo el título de Siempre se vuelve a Camagüey, todos estos publicados por la editorial Ácana. Tiene en proceso editorial el ensayo histórico Entre esperanzas y desventuras: la Escuela Provincial de Artes Plásticas José Martí, de Camagüey (1952-1962). Textos suyos aparecen en periódicos y revistas nacionales y extranjeras dedicadas a la literatura, el arte, la historia y la política.
Ha impartido cursos de postgrado de Comunicación, de Relaciones Públicas, de Metodología de la Investigación, de Promoción del Libro y la Literatura, y de Herramientas básicas para escribir ensayos, críticas, reseñas, artículos y comentarios; y diferentes cursos de superación para Habilitar a libreros y de cine; así como innumerables conferencias sobre literatura, arte e historia. Ha intervenido en diferentes eventos nacionales de literatura, arte e historia en calidad de ponente o jurado, y ha obtenido premios literarios en múltiples concursos del país.
Estudia con asiduidad las obras de Ernest Hemingway y Raúl Roa García; también el período republicano cubano de 1902 a 1958, y el actual acontecer socio-político del país.
Ha intervenido como ponente en los XIV Coloquios Internacionales Ernest Hemingway, organizados por el Museo de igual nombre en La Habana, la Fundación Hemingway, y la Cátedra Hemingway del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, de Cuba. Participó como ponente no asistente, aprobado como tal por el comité organizador del Simposio Poesía versus Filosofía. Vida, artefacto y teoría, auspiciado por la Universidad de Texas, Estados Unidos de América, en abril del 2013.

Dirige y conduce desde el 2006, el espacio Pluralidades: Debates teóricos, con frecuencia mensual, patrocinado por la UNEAC en Camagüey; e, igualmente, el espacio mensual relacionado con temas culturales, políticos, históricos y sociales, Conversando en el café con Jorge Santos Caballero, en el Patio La Avellaneda de la librería Antonio Suárez, auspiciado por el Centro Provincial del Libro y la Literatura de Camagüey y su Centro de Promoción y Desarrollo de la Literatura Gertrudis Gómez de Avellaneda, también con periodicidad mensual.
Tiene un blog sobre aspectos de debates culturales cubanos conocido como el elvigiadepluralidades.
El 23 de junio 2013, le fue otorgada Distinción Finca Vigía, por el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural de Cuba y el Museo Ernest Hemingway, por su destacada contribución a la preservación y promoción del legado cubano de Hemingway.
Es miembro de la Comisión Aponte (Filial Camagüey), creada por la UNEAC nacional en el 2013; y de la Cátedra Hemingway del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, de Cuba. Ha impartido clases en la Universidad de Camagüey, y en el Centro Provincial de Superación para el Arte y la Cultura de Camagüey.

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